Lo primero y más correcto sería,
supongo, presentarse, así que vamos allá: me llamo Pablo Díez, y
profesionalmente soy traductor e intérprete (o lo intento), y a modo de
vocación artística pues me dio por ser escritor (esto ya no lo intento, sencillamente
un día, frente al volumen de cosas escritas por estas manos que ahora teclean,
me di cuenta de que esto ya pasaba de la simple afición o pasatiempo). Podría
haberlo intentado con la pintura o la música, pero he de confesar que nunca fui
demasiado hábil con las manos así que hubo que apañarse con lo que había, y lo
que había era cabeza y un tanto trasnochado afán por la palabra escrita. Afán,
por otra parte, alimentado con manos de paciente carbonero por un señor de
Burgos que entre otras cosas es mi abuelo.
Además soy aficionado (no
experto, más quisiera yo) o más bien amante de la
Edad Media, lo cual significa que no
resulto nada original en el panorama de la literatura actual, ya lo sé, pero
aún así conservo la esperanza de poder aportar un «algo más» en lo relativo a
esta fantástica época a la que tan asiduamente estamos viajando en los últimos
años. No busco engrosar el gremio de los «enigmas templarios» ni sucedáneos,
tampoco del sexo drogas y rock’n’roll histórico, no pretendo desenmascarar el lado
oscuro de ningún monarca, ni rellenar con lo fantástico los huecos que la Historia haya dejado,
tampoco sacar a pasear a elfos y orcos por el placer de describir cómo se
achicharran ante las bolas de fuego de un archimago (todo muy «medieval», como
podéis ver), y mucho menos escribir un libro de Historia o un tratado de
literatura medieval. No pretendo hacer ninguna de estas cosas, sino todas a la
vez, y al mismo tiempo, de nuevo, ninguna. Esto no esclarece nada, lo sé, pero
a medida que se vaya desarrollando el blog veréis por dónde van los tiros y a
dónde intento llegar cuando escribo.
Dicho esto, vamos allá con el
motivo de inaugurar este blog.
Si bien no recuerdo ya la época
en la que no escribía, no hace tanto que empecé a infiltrarme, pasito a pasito,
en el mundo de la novela. Actualmente tengo cuatro, amén de una pequeña lista
de cuentos y relatos cortos, intentos de poesía y ensayo y un libro de falsos
haikus (no sé una palabra de japonés, así que no me atrevo a llamarlos
verdaderos). Las tres primeras novelas, infames, no merecen mayor mención que
ésta que estoy haciendo. A la cuarta, sin embargo, sí que le tengo un especial
cariño, ya que le eché muchas más horas y ganas, trucos aprendidos tras
garabatear páginas y páginas y páginas y páginas y más paginas (la única manera
de lograr resabiarse un poco en este oficio) y tanta ilusión que no sólo al que
la lee dice que le gusta (algunos incluso de manera sincera y sin estar yo
presente) sino que logré con ella que me llegase mi primera oferta de
publicación por parte de una editorial. Por desgracia, la zozobra económica
occidental ha hecho que el asunto se retrase, pero (espero) será menester de no
impacientarse y esperar uno o dos meses a poder sacar la cabeza y que vea el
sol. Por si alguno se la cruza entre lomo y lomo de estante o entre portada y
portada de mesa de librería, su título es «La canción del peregrino», y estáis
más que invitados a daros una vuelta por ella, sin ningún compromiso y con
libertad de volver a este mismo blog y quejaros por lo que os disguste.
Y dicho esto, vamos con el
verdadero motivo de abrir este blog.
Mi quinta y última novela (la más
nueva, que no la postrera, y continuación de «La canción del peregrino») se
encuentra ahora en plena construcción. Hablar de «ahora» quizá resulte algo
ambiguo ya que han pasado cuatro años desde que empecé con las primeras
palabras y a éstas se le han ido añadiendo páginas y páginas, más de veinte
capítulos y un prólogo… Aun así, calculo que aún me llevará cuatro o cinco
meses acabar el primer borrador tras el cual vendrán la reescritura, las
correcciones, los cortes y las adiciones de última hora y toda la parafernalia
que hay que meterle en el capullo a este taco de hojas manuscritas para que al
cabo de un par de meses salga algo parecido a una mariposa (renqueante y sin
mucho lustre al principio, la pobre) que luego la mayoría llamen novela y a
algunos pocos hasta les guste.
Construir una novela es, hablando
en plata, una de las cosas más puñeteras que puede echarse uno sobre la
espalda, pues el diablo está en los detalles, y sin detalles no hay novela. Sí,
amigos, esos dos personajes que os imagináis tranquilamente el uno frente al
otro a punto de empezar una conversación necesitan un escenario, necesitan
estar de pie o sentados, si sentados un asiento, y ya puestos una mesa, y
puesto que están hablando de esto y no de aquello digamos que están sentados en
una terraza, necesitan beber algo, el camarero (o camarera) necesita una
actitud hacia ellos, necesita inmiscuirse en la conversación o mantenerse
indiferente y actuar como simple elemento decorativo. Por cierto, ¿qué época
es? ¿Es real o ficticia? ¿Quizá fantástica? ¿O no hay época? ¿Está lloviendo o
hace sol? ¿Dónde está la terraza? ¿Interior o exterior? ¿Se puede fumar en ella
o no? Depende de la época. ¿Del año o de la historia? Y ahora necesitamos
describir a nuestros personajes: ¿quiénes son?, ¿tienen nombre o no?, ¿su
nombre es el verdadero o se ocultan bajo otra identidad, ¿los conocemos o no
los conocemos?, ¿o acaso los conocemos pero el autor quiere que no los
reconozcamos? ¿Qué edad tienen? ¿Qué aspecto tienen? ¿Cómo hablan? Éste tiene
aspecto de soltar tacos. ¿Cómo visten? Esa camisa le quedaría bien ahora, pero
quizá después, tras el momento en que éste le traiciona, porque le va a
traicionar, que aún no ha abierto la boca pero se le ve en la cara… Tantos y
tantos detalles, y aún no sabemos ni siquiera de qué va a tratar la
conversación.
Cuento todo esto para ilustrar el
cuidado que ha de tener el autor con estas minas semienterradas que son los
detalles, los cuales no cejan en su empeño de estallarle a uno en las narices
por muy sencilla, abstracta o breve que quiera hacer la narración. La
experiencia habla por mí, y el que escriba sabrá de lo que hablo.
Por ello, compañero inseparable
de fatigas del escritor (sin querer echarme encima los celos de plumas,
bolígrafos, lápices, Olivettis y primas segundas y editores informáticos de
texto en general) es siempre una libreta, que a veces se llama bloc, otras
cuaderno y en más de una ocasión simple taco de apuntes. En él (lo juro) caben
todos los detalles, y con ellos las dudas, las ideas furtivas y las ocurrencias
geniales de una noche (normalmente a las cuatro de la mañana y a mil kilómetros
de algo parecido a un papel), los «buscar más sobre», los «reescribir todo este
capítulo», los «matar a este personaje cuanto antes»… Cabe, en resumen, todo el
andamiaje de la novela, todo aquello que oculta el telón cuando la función está
en marcha y la historia que se representa ante el lector sale a escena.
Eso precisamente es lo que busco
con este blog. Desvelar algo de esa parte oculta que luego no da fruto más que
en una frase o comentario de algún personaje, pero que al infeliz autor le
llevó más de un mes descubrir y adecuar. Crear, en cierto modo, un doble
abierto de esa libreta de notas.
Si bien la novela está ya
bastante avanzada (acabo de abrir el vigésimo primer capítulo de veinticinco
(prólogo y epílogo aparte) aún quedan meses de trabajo como ya he dicho (por no
tener, no tiene ni título), y me he propuesto compartir aquí cuanto pueda de
ese proceso de elaboración de argamasa literaria, de apuntalamiento de
capítulos y finalmente de construcción de una novela. Búsquedas, curiosidades e
inquietudes históricas y literarias, comentarios sobre tal o cual parte que me
guste más o me guste menos (todas son hijas, y algo habrá que quererlas) y
reflexiones peregrinas sobre esto que llaman escribir es lo que pienso ofrecer
aquí. No busco que nadie me siga, quizá ni que me lea, pero si al menos uno o
dos lo encuentran interesante y les arrasca lo suficiente el ánimo como para
animarse a abrir esta novela o su predecesora ya habrá merecido la pena.
Ahora sí.
Ahora sí.
Esto promete. ¿Hay alguna versión PDF de «La canción del peregrino» para los que no queremos esperar?
ResponderEliminarTiempo ha que no sabía de usted, Sr. Cointreau, y se agradece el comentario. Versión en pdf haberla haila, pero esperando la respuesta del editor aún quiero darle una última cepillada antes de entregarla. Eso sí, si se demora demasiado con mucho gusto le enviaré una copia en pdf.
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